'Los retos de la universidad pública son también retos de Catalunya', article del president de l'ACUP, Francesc X. Grau, a La Vanguardia

Sintomáticamente, el último medio año el Parlament de Catalunya ha dado a las universidades públicas catalanas dos oportunidades de presentar sus proyectos y su situación actual. En julio pasado, con intervenciones de todas las universidades de Catalunya y, recientemente, con una intervención de la Associació Catalana d'Universitats Públiques (ACUP) ante la Comisión de Educación y Universidades.

Y es que ante la situación actual, cuando el modelo de estado de bienestar al que aún aspira Catalunya se encuentra en peligro en todo el mundo, la mirada y la esperanza miran a las universidades y la investigación. Compartimos el convencimiento de que nuestro modelo de sociedad sólo puede sustentarse en una economía sostenible e intensiva en conocimiento y esta requiere de un excelente sistema educativo, una amplia base de alta calidad científica y un sistema de I + D competitivo internacionalmente. Por eso decimos que los retos de la universidad son hoy también retos de Catalunya.

En este contexto las universidades queremos poner énfasis en dos cuestiones: la exigencia y la posibilidad de construir sinergias entre el mundo del conocimiento y el de la empresa y la urgencia de definir y desarrollar un sistema de financiación público adecuado a las necesidades y capacidades del país.

Catalunya se encuentra en la parte de alta del mundo en parámetros de desarrollo humano (15 º lugar del ranking mundial), económico (28ª economía del mundo, en PIB/cápita) y también científico (12 ª en producción científica/habitante). Esta buena posición global, por delante de España y de grandes países europeos, tiene, de alguna manera, pies de barro: no existe una adecuada correlación entre los tres vectores, social, económico y científico. La actual crisis nos pone crudamente de manifiesto la necesidad de trabajar en los desajustes que, efectivamente, existen: una actividad económica no suficientemente sustentada en industrias de alto valor añadido, un nivel de estado de bienestar financiado por un tipo de ingreso público que se ha demostrado extraordinario y voluble y un sistema universitario y de investigación que, con una financiación pública por debajo del que corresponde al país, se está desarrollando a niveles homologables internacionalmente pero sin suficiente relación con los sectores productivos (la apreciación lo es en sentido estadístico, en algunas áreas la relación universidad-investigación-empresa está funcionando efectivamente).

En la brecha entre la capacidad y nivel de investigación y la capacidad de innovación en la empresa confluyen buena parte de los retos que se nos plantean como país y deberíamos concentrar los esfuerzos, favoreciendo que la empresa catalana lleve a cabo proyectos de investigación y desarrollo, por convencimiento y por puro interés en la mejora de sus productos y procesos, por sí sola, en asociación o soportada por una red de centros tecnológicos especializados. Al hacerlo, buscará el conocimiento que identifique como necesario, en nuestras universidades y centros de investigación; en cualquier caso, se activará el mecanismo esencial para orientar la capacidad investigadora que el país ha demostrado tener y, por este camino, se reducirá otra de nuestras debilidades, la necesidad real de personal con formación superior en las empresas y, particularmente, la de doctores y doctoras, hoy también muy por debajo del que corresponde a la capacidad económica y de investigación de Catalunya.

En el año 2011 las universidades catalanas han asumido una reducción presupuestaria superior al 16% que, en algunos casos, con el parón de inversiones, llega al 20%, muy por encima de la media de los presupuestos públicos. Entendemos la grave situación de las finanzas públicas y el ejemplo que debe dar el Departament d'Economia i Coneixement. Esta reducción, sin embargo, ha tensionado el sistema basal de investigación del país, sustentado en la franja más productiva del personal de las universidades, precisamente la que más puede verse afectada si la situación económica se prolonga en el tiempo.

La universidad pública catalana se encontraba en proceso de mejora de su financiación pero no había llegado, todavía, ni a los niveles de financiación pública que hay en el sistema universitario español: el año 2008 el modelo de financiación representaba un 0,53% del PIB en España y un 0,41% en Catalunya, mientras la mayoría de países de la UE15 tienen cifras muy superiores.

Con la reducción de 2011 esta magnitud ha caído hasta el 0,38% del PIB. Las universidades catalanas trabajan para resistir esta situación excepcional durante el 2012, pero nuestro sistema de investigación necesita que, tan pronto como las cuentas públicas lo permitan, la financiación recupere el camino de mejora que había emprendido. En este sentido, situamos en el 0,50% del PIB el primer hito de recuperación, aunque por debajo de la media española es una cifra que nunca ha alcanzado el sistema universitario catalán. Más allá de este punto mínimo, que esperamos que se pueda alcanzar en los próximos dos años, el país debería marcar los objetivos de financiación de acuerdo con sus necesidades de formación superior y de investigación, y también con sus capacidades, sociales y económicas, que hoy lo sitúan muy bien en la media de la UE15.

Mientras tanto, conscientes de la confianza que el país tiene depositada en sus universidades, y teniendo en cuenta las excepcionales circunstancias económicas por las que pasa, seguiremos trabajando para asegurar los niveles de calidad de la formación superior y la investigación en Catalunya que hoy sitúan nuestro país entre los de mayor efectividad de Europa, como pone de manifiesto el libro 'Impactos de las universidades públicas catalanas en la sociedad', que presentamos recientemente, y en el que se evidencian, entre otras muchas cuestiones, dos muy relevantes en estos momentos en Catalunya. Primero, que cada euro invertido en el sistema universitario catalán ha generado 1,88 euros para la economía de nuestro país y, segundo, que los jóvenes titulados universitarios catalanes gozan de una relativamente elevada aceptación en el mercado laboral. No hay duda de que una apuesta decidida de Catalunya por las universidades, la investigación y la innovación es, hoy más que nunca, clave para el progreso social y económico del país.